Meses de Mayo y Junio: La Primera Comunión

 

 

Jueves de Corpus y Jueves de la Ascensión, días más solemnes para tomar la Primera Comunión. ¡Qué bonito e inolvidable día! Niñas vestidas de blanco impoluto, niños de marineritos, rosario y libro en mano, salen de casa camino de la iglesia. Reclinatorios forrados con sábanas blancas, flores prendidas de ellas y algún que otro lazo. Los papás a un lado y las mamás al otro, cada matrimonio con su hija o hijo guardando fila en el pasillo central de la iglesia, misa cantada, altar bien adornado de flores, alegría en los corazones y a recibir a Dios con las manos juntas, guardando orden caminando hacia el altar mayor, derechitos y bien portados, cada niña o niño con sus padres que también comulgaban.

 

Al salir de misa besos y abrazos, luego toca pasar por casa de Don Íñigo a recoger la estampa con nuestro nombre y fecha de comunión escritos. Acto seguido, a casa a recoger la lista donde nuestras madres han ido apuntando las casas donde nos han invitado para convidarnos, bolsa en mano de la persona que nos acompaña. Ya fuera, la madre, la abuela, la tía e incluso en algunos casos una hermana o hermano mayor, para realizar el itinerario por el pueblo (casi todas las casas mandaban ir). Llamamos a la puerta, abren, “¡Pero que guapa estás, qué bonito el vestido, la medalla, los pendientes, menudo reloj y es de verdad!”, besos y a la madre o acompañante, “que tengáis salud pa conocerla casar”. Y la respuesta siempre era “¡Gracias, y tú que lo veas!”. A los niños, igualmente, “¡Qué guapo estás con el traje de marinerito y los zapatos nuevos!”, el que estrenaba reloj de verdad también lo enseñaba, y le decían también “salud pa conocerlo casar”. Los niños y niñas al recoger el convite entregaban un recordatorio y, aunque no todos los padres hacían recordatorio, la mayoría sí.

 

Luego te echaban en la bolsa dulces, rosquillas, caramelos, galletas, etc. incluso dinero, en función de la amistad de cada cual, monedas de duro, de cinco duros, de diez duros, etc. Y así de casa en casa por todo el pueblo luciendo las niñas su vestido y los niños su traje, así como los regalos que ese día habían estrenado, un presumir de inocencia y dulzura que solo se disfrutaba ese día.

 

Terminado el recorrido, a las casas a comer. Una comida familiar muy entrañable, entre padres, hermanos, abuelos y algún que otro tío y primo. Cuando el recorrido por las casas no se había terminado se seguía después de comer y, durante la comida, se escuchaba el programa de radio de discos dedicados Ecos de sociedad, en el cual, en el caso de las primeras comuniones, no faltaba “Su primera comunión”, de Juanito Valderrama. Un día de amor, alegría y fantasía en la vida de niñas y niños, envuelto entre el calor y los halagos familiares.

 

María del Carmen Fuentes Sendín