CAMINO DE LA CRUZ ALTA - Año 2015

 

Viernes noche del mes de mayo en mi pueblo. Después de cenar, sin saber por qué, salgo a la puerta de casa. ¡Qué buena noche se ha quedado y que bien se está, incluso mejor que dentro del hogar!  La luna casi llena, enciende hoy las abundantes y repartidas nubes blancas que flotan sobre el oscuro cielo. Alguna que otra estrella, pocas, pero con un brillo especial. Este atractivo contraste en el firmamento me hace retener la mirada hacia arriba unos instantes; parece detenerse el tiempo. Y más aún cuando la vista me lleva a la torre de la iglesia iluminada, bajo este  espectacular escenario. Sin poder apartar aún la mirada me acuerdo de mi abuela, que tantas veces cuando la mira, me dice: “¡pero qué gentes más inteligentes habría algún tiempo para hacer una torre como esta!”, y que razón lleva. ¡Qué bonita, comandando la villa!; y digo villa porque Guadramiro ya en el siglo XII era villa, categoría que no se pierde, aunque los tiempos hayan cambiado y a pesar del decrecer de las poblaciones rurales, como sucede con mi pueblo. Aun quedamos gente, pero no tanta como algún glorioso día y como a mí me gustaría.

 El silencio se apodera en el ambiente, haciendo más profundas las sensaciones que interpreta el alma. La noche es plácida, sin ningún amago ni del suave viento, como me lo indican las serenas y majestuosas rosas en el jardín, florecientes en plena primavera. Animado por las circunstancias, sin mucha intención de volverme a recoger en casa, trato de evadirme con un pequeño paseo por la calle hacia el Palacio. ¡Bueno!, ya no existe tal Palacio, pues lo derrumbaron hace unos 70 años, pero todos seguimos llamando al lugar por dicho nombre. Residencia de los Marqueses de Guadramiro, también conocidos como Marqueses de Castellanos, que abarcaban gran poder en esta comarca. 

Por el camino me encuentro con un gato blanco,  que sin alterarse por mi presencia, cruza delante tranquilo, con cierto aire chulesco. Después continúa su marcha por la Calle Enrollada, a la cual se la conocía antiguamente como Calle Real, como lo demuestran los viejos documentos al situar dicho Palacio.

 Qué noche tan apacible, solo los suaves sonidos de la naturaleza orquestan pequeñas sinfonías. ¡Se escuchan hasta las ranas del caño de Las Rodillas!, que no está tan cerca. También grillos, en los alrededores del pueblo, seguramente sobre los tesos que cobijan al caserío de la villa. El de San Cristóbal, Los Frailes, Los Villares, Nuestra Señora, el Tejar…, de todos ellos nos habla su toponimia, historia, que sería  extensa de contar

 Una vez en el Palacio, doy media vuelta y decido encaminarme hasta la Cruz Alta, a la entrada del pueblo. ¡Qué noche tan clara!; al pasar por el huerto de Pedro se distinguen perfectamente las patatas. Este año están muy altas. Seguramente recoja una buena cosecha. Más adelante cruza Manolo, que baja al bar a echar la partida. Como siempre levanta su ‘cayada’ para saludar. 

Por aquí, en sonidos mandan las ranas de la Tahona, por su cercanía; se entremezcla el canto de algún pájaro de primavera camuflado entre los altos álamos blancos. Sorprendentemente, a pesar de ser de noche cantan, seguramente contentos con la buena temperatura. Al pasar por la nueva casa de David el perro de Andrés José se percata de mi paseo, haciéndomelo notar con un ladrido. Recibiendo el mensaje, otro chucho le contesta por la zona del Moral. 

Subo hacía las escuelas,  donde aprendí mis primeras letras, y de las que tengo tantos y tantos recuerdos... Desde aquí se divisa la ermita, también iluminada. Ermita de Nuestra Señora del Árbol, una de las ermitas más grandes de la provincia salmantina, la única actualmente en pie de las varias que existieron; donde también guardamos a otro gigante; San Cristóbal, patrón de Guadramiro y festividad para la que queda menos de un mes, al cual regresan a honrar todos los hijos del pueblo.

 Con la luna alumbrando perfectamente el camino, paso a paso, sin prisa, salgo del pueblo donde me saludan las encinas; mientras, las cigüeñas de la ermita ‘machan el ajo’. Se oyen vacas en la lejanía, como por la zona del ‘Prado Grande’ o el  ‘Valle El Encinar’. En una noche tan serena los sonidos acercan las distancias. 

Por fin llego a la Cruz Alta, en otros tiempos también conocida como Cruz Alba, pues es por donde asoma el sol cada mañana. Lugar que tantas veces he frecuentado desde pequeño con mi gente y mis amigos. Cruz que antes de moverla unos metros, debido al arreglo de la carretera, estaba perfectamente alineada con la Iglesia y la salida del Alba. Sentado sobre los escalones, siento que ahora está desubicada, desplazada de su lugar original y espiritual, olvidada como tantas cosas en esta villa. Desde sus escalones antes veías el pueblo, alcanzabas a ver las tierras hasta el vecino Portugal y contemplabas las bonitas puestas de sol que se dan en Guadramiro por su situación estratégica. Las estrellas en las largas noches de verano…

 A penas está desplazada unos metros al Sureste, pero ya no es lo mismo. Desde aquí también se ven las estrellas, la carretera, la dehesa…, pero poco más; le falta la paz que desprendían estas piedras en el lugar que sabiamente la colocaron nuestros queridos antepasados, auténticos eruditos de la tierra que pisaban.

A. Calderón Ramos