LOS VETONES

 
 

LOS VETONES (en latin, vettones) fueron el nombre que los historiadores griegos y romanos emplearon sobre el conjunto de los pobladores prerromanos de cultura celta que habitaban un sector de la parte occidental de la Península Ibérica y que compartían un denominador más o menos común. Su asentamiento tuvo lugar entre los ríos Duero y Tajo, principalmente en el territorio de las actuales provincias españolas de Ávila, Salamanca y Cáceres, y en parte de las de Toledo y Zamora. En la parte del oriente de Portugal también existen ejemplares de una de sus creaciones más características, los verracos de piedra.

Arqueológicamente, el territorio vetón corresponde al que ocupa la cultura denominada Cogotas II o de los verracos; esta cultura se desarrolla a partir del Siglo V. a. C. como una evolución de la cultura preexistente, Cogotas I, de finales de la Edad del Bronce, sobre la que influye la progresiva llegada de pobladores indoeuropeos.

La construcción de murallas de los castros  en la segunda mitad del siglo V a. C. denota un incremento de la riqueza y los recursos de la comunidad, necesarios para hacer frente al coste económico y humano (horas de trabajo invertidas en la construcción en detrimento de tareas productivas primarias) de la edificación de dichas defensas. En este incremento de la riqueza debieron jugar un gran papel los contactos con sociedades más avanzadas del sur de la península y la influencia de los pueblos colonizadores, con quienes se realizaban intercambios a través de una ruta prehistórica que luego dará origen a la Vía de la Plata.

Los vettones se asentaban en castros, poblados situados en elevaciones y protegidos por recintos amurallados.

Los castros vetones eran ciudades fortificadas. En ellas residían un número de personas que oscilaban de cien a dos mil. Las murallas tenían un grueso de ocho a diez metros, con altura de unos cuatro a seis metros, variable en función de las dificultades para escalarla. El lado exterior del muro un poco inclinado, por lo cual la base resultaba más ancha que la parte superior. De piedra de sillería. De medidas diversas, pero siempre labradas. El interior de la muralla se rellenaba con piedras más pequeñas, planas, y sin labrar. Se asentaban una por una, sin ningún tipo de argamasa.

 Los construían en lugares elevados, de difícil acceso, junto a fuentes de agua. Algunas también en zonas llanas propias para cultivos, pero siempre a ser posible, en un altozano. En los campos circundantes, por los espacios presumiblemente más fáciles de acceder, se “minaban” de piedras “hincás”, para dificultar los ataques de los asaltantes

Era una sociedad fuertemente jerarquizada dedicada principalmente a la ganadería y a la metalurgia, y en menor medida a otras actividades como el comercio o la artesanía. El rito funerario de estas gentes era la incineración; las necrópolis se hallan en las cercanías de los castros. 
Una de sus señas de identidad son los verracos, esculturas zoomorfas labradas en granito que representan toros, cerdos o jabalíes. Se han hallado cerca de los castros, de las necrópolis o en las zonas de pastos de mejor calidad; por ello se cree que se colocaban para indicar los límites de los poblados, cementerios y territorios, y que de forma simbólica también protegían el ganado. En época romana algunos de ellos fueron reutilizados como monumentos funerarios. 

Verraco de Yecla, el cual simula a un Jabalí.

A partir del siglo II a. C. la cultura vettona se transforma por el contacto con Roma. Algunos castros son abandonados con la conquista y sus habitantes se trasladan a otras áreas.

En nuestra comarca, hubo muchos castros y asentamientos de vetones, entre ellos, hoy destacan 3 grandes castros cercanos a Guadramiro con un alto nivel de conservación:

El de nuestro pueblo vecino YECLA DE YELTES (Yecla La Vieja) que era llamanda Virlanga, y los cercanos de SALDEANA ( El Castillo) Y LUMBRALES (Las Merchanas).

Todos ellos de gran tamaño y en lugares estratégicos, defendidos por la morfología del terreno, arroyos y ríos.

Quizás el que mejor conservado está es el de Yecla de Yeltes, que conserva la muralla en su totalidad, con una gran cantidad de grabados y restos arqueológicos. Este castro posteriormente fue ocupado por un poblamiento romano, de ahí la gran cantidad de estelas funerarias encontradas en sus inmediaciones. Hasta el siglo XII, el pueblo de Yecla  se ubicaba en este Castro, perteneciendo a la tierra de Ledesma. Tras unos incidentes con los Ledesminos, los cuales arrasaron la antigua Yecla, se construyó el nuevo y actual pueblo a apenas 1 km de este.

De aquí que hoy Yecla de Yeltes tenga un trazado tan moderno, regular y rectilíneo en el casco urbano y el trazado de sus calles.

El castro de Saldeana destaca por el entorno sobre el que se asienta, totalmente inaccesible por la parte que linda con las Arribes del río Huebra, aprovechando desniveles de 150 metros. Conserva menos restos de muralla; en cambio cabe resaltar el campo de piedras hincadas para protegerlo en su parte más llana.  La leyenda cuenta que los romanos posteriormente edificaron sobre este castro un templo dedicado a la diosa Diana, Saltus Dianae, del que derivaría el nombre de la localidad.

El castro de Las Merchanas en Lumbrales se ubica, en un entorno muy especial junto al rio Camaces. Conserva gran parte de la muralla, aunque en algunos casos esta derrumbada. Destaca por lo grande que era y en sentido ascendente. Posteriormente fue ocupado por los romanos como así lo indican restos de muros encontrados.

Además de estos tres importantes castros, en nuestra zona hubo muchos más castros. Algunos también importantes, pero que por motivos a penas se conservan restos arqueológicos y otros de menor entidad. El de Ledesma, el de Pereña de la Ribera, Vilvestre, San Felices de los Gallegos…

 Cercanos a nuestro pueblo, cabe señalar otro en Bermellar, el castro de El Puerto, datado unos 500 años a.C, se conserva la gruesa muralla sin argamasa y dos puertas. El río Huebra le sirve de foso.

También muy cerca de Guadramiro, en los vecinos pueblos de Gema y Picones existieron castros.

El Picón de la Mora, en Picones, del cual toma después el nombre el pueblo. Es un pequeño castro junto al río Huebra, de la época de los anteriores, del que se conserva parte de la muralla y un santuario rupestre muy cercano a las piedras hincadas, formado por 3 grandes rocas, sobre las que hay oquedades talladas a distintas alturas.

Rozando con el término de Guadramiro, a unos pasos de este y junto al rio Huebra, en tierras de Gema (pueblo que hasta 1857 siempre fue pedanía de Guadramiro, hasta que este año pasó a ser anejo de Yecla) existió otro castro vetón, conocido como Los Castillos. del cual se conservan parte de las murallas.

Restos de la muralla derrumbada del castro de Gema.

En GUADRAMIRO, a menos de 300 metros del casco urbano actual existió un castro vetón, sobre el teso de San Cristóbal. Así lo demuestran los determinados hallazgos encontrados en dicho cerro correspondientes a la edad del hierro. Hace algunos años, también apareció un gran sarcófago de granito en dicho tejo mientras un agricultor labraba una tierra con su tractor.

Este teso esta muy bien ubicado, siendo bordeado en la parte baja por el arroyo de los Campijones por la parte oeste. En la zona sur muy cercano también pasa el arroyo de la Vega, el cual discurre junto al caserio del actual pueblo.

Además este cerro es bastante elevado donde los mayores desniveles se alcanzan por la parte sur y oeste, divisándose gran territorio desde él en los 360 grados.

En el cerro del fondo se alzaba el castro de Guadramiro.

Lugar donde se alzaba un castro en Guadramiro, con los arroyos remarcados.

Posteriormente este teso ha sido conocido con el nombre de la ermita que existió en su punto más elevado, la ermita de San Cristobal, construida en los siglos XV-XVI, la cual se construyó para albergar a la gran imagen que tenemos por Patrón de casi 3 metros de altura. La ermita desapareció sobre el año 1750 como consecuencia de un fuego.

 También es conocido dicho teso por tener uno de los mejores manantiales de Guadramiro, el Caño de San Cristóbal, en su parte más baja, “de las aguas más delicadas que se conocen”, como las describió Miñano en 1826. Anteriormente a realizar los sondeos para el depósito de agua municipal este caño jamás flaqueaba ni en los peores años de sequía. Sobre dicho teso se encuentra enclavado actualmente el depósito de agua municipal.

Caño de San Cristóbal